martes, 10 de julio de 2012

Indiferencia. Una mirada al sistema educativo.



Tony Kaye, director de Historia Americana X (1998), vuelve a poner el dedo en una llaga ulcerante de la cultura estadounidense: su sistema educativo.
En “Detachment” vemos a un Adrien Brody interpretando soberbiamente a un Henry Bathes, un profesor sustituto incapaz de tener cualquier tipo de relación afectiva duradera, atormentado por los recuerdos incesantes de su pasado, un hombre que se describe así mismo como vacío, no existente, sin sentimientos. Sin embargo en el transcurso de la película vemos que esa falta de sentimientos no son más que un grito desesperado para no volver a ser lastimado.
Pero la película no solo trata de Bathes y su drama personal. No solo trata sobre el cada vez más extraño estereotipo del profesor que llega y transforma la vida de sus estudiantes.
La película también refleja la tragedia del sistema educativo en general.
Vemos un cuerpo docente superado por el entorno, angustiado, impotente, cuando no indiferente o apáticos con su trabajo. Pero la crítica no se queda ahí como con otras películas menos afortunadas (De Panzazo). También observamos a los dirigentes que ven la educación como un negocio al cual se le debe sacar dinero sea como sea. Somos testigos de estudiantes aburridos, enojados y confundidos; vemos una juventud que se devora a si misma en el mar de la apatía y el conformismo.
En este carnaval de desesperanza vemos a los padres siempre exigentes, siempre demandantes. Enojados consigo mismos por su fracaso como padres, pero sin poder identificar su dolor, vuelcan la frustración hacia el sistema educativo al cual demanda que haga el trabajo que ellos no tienen tiempo para hacer.
Es una trama que refleja sin tregua ni misericordia la vida cotidiana dentro del aula, su indiferencia y vacuidad.
El final de la película, que es impactante per se, es un simbolismo poco esperanzador, no solo de la mente de Bathes, es una metáfora de todo el sistema educativo y de la sociedad misma que lo sustenta.


jueves, 28 de junio de 2012

Baudrillard tenia razón


Allá por 1987 Baudrillard decía que la sociedad se había vuelto una masa neutra, una masa inerte, silenciosa; que carece completamente de significado, es la masa estática. No se mueve, no es fiel a nada, no tiene identidad, ni sentido y rechaza todo significado. Se mueve hacia donde la televisión le indique, se viste como lo indique la moda, cree en lo que las estadísticas digan que hay que creer y siente lo que las mass media le digan que debe de sentir.
Han pasado más de 20 años desde que Baudrillard señaló esto y hoy en México vemos que sigue tan vigente como el día que se dijo.
La clase política y los medios de comunicación tienen la idea que manipulando las encuestas electorales se manipula la idea que tiene la población; generando así un derrotismo anticipado.
Y tienen razón.
Lo que vemos no es un conjunto de ciudadanos eligiendo a su candidato, lo que vemos es una manipulación descarada de los mecanismos de sufragio, las encuestas en los medios de comunicación, todo para poner un candidato como “indiscutible ganador” y muchas personas votaran por él, por el sencillo hecho de que va “ganando” en las encuestas.
No tenemos una población de individuos eligiendo, vemos la masa inerte que busca sentido e identificación en encuestas que les marcan constantemente como deben pensar, con que identificarse.
La triste realidad es que la misma participación ciudadana que vemos no es otro reflejo de la indicación de los mass media que les ordena: ¡Deben interesarse! Solo porque está de moda, moda que sustentara en papel el juego democrático. “Las masas tratan las elecciones políticas como una representación teatral” y como toda representación, termina y la masa volteara al siguiente tema candente, vuelve a su inconformidad callada, a su inercia e inactividad. La masa siempre en busca de nuevos temas, de nuevas emociones. Activismo de 15 minutos sin propuesta ni profundidad.
La masa busca escapar del vacío, de la inamovilidad en la que se encuentra, sin embargo no logra percibir que es esta búsqueda de identidad, en las encuestas, la que anula completamente su voluntad.
Lo que vemos ya no son las masas disciplinadas de la modernidad, ya no vemos al partido único característico de nuestro sistema político, pero en este año de elecciones en México, tampoco vemos una democracia en el sentido ideal de la palabra, ahora vemos el sin sentido de una masa “liberada” que no logra escapar de la falta de su propia identidad, vemos unas “elecciones” muy posmodernas y una masa inerte que ayuda con su apatía natural a realizarlas. Por eso digo: Baudrillard tenía razón. 

domingo, 24 de junio de 2012

Soledad


¿Hola? ¿Hay alguien ahí? No alcanzo a verte, pero por primera vez en mucho tiempo siento la presencia de otra persona, ¿estás detrás de esa tenue luz? Me gustaría saber de dónde vienes, ¿quién eres? Pero dudo mucho que hayas venido a platicar ¿Has venido a matarme acaso? ¿Por fin me sacaran de esta prisión? ¿Se detendrá este castigo por un delito que desconozco?
Tu silencio te delata visitante, solo vienes a observarme, a conocer de mi tragedia, a entretenerte con mi sufrimiento, pero ¿qué más da? Tu estas afuera y yo dentro ¿cierto? ¡Voyerista! Pues entonces ¡Jodete! Tú y todos los de tu tipo, pervertidos y degenerados que disfrutan del dolor ajeno y celebran la muerte mientas están seguros en la comodidad de sus hogares.
No quiero llorar, pero te odio, a ti, a los que vinieron y los que vendrán, ustedes nunca entenderán lo que es vivir solo para estas palabras, encerrada aquí por capricho y divertimento de una mente enferma.
Y aun así, te amo pues vivo sólo cuando alguien como tú conoce mi tragedia.
La luz mengua, ¿se está acabando, verdad? Por favor no te vayas, volveré a esperar, volveré a morir. Aguardando a que alguien más llegue, que alguien más me conozca, pero ¿y si no llega nadie? ¿Y si no puedo morir?
Adiós extraño, te odio, pero gracias por darme voz. 

lunes, 9 de abril de 2012

Balas Perdidas

Las risas de los niños en la calle son enmarcadas por la música del celular de uno de ellos, todos toman cerveza, fuman y ríen. Viven su juventud sin inquietudes ni grandes problemáticas. Sus pantalones de mezclilla están sucios por la “cascarita” que acaban de jugar, sus tenis gastados por el uso constante, en su cuello un escapulario de San Judas Tadeo que presumen con orgullo; su cabello rapado forma figuras de ladrillos y líneas en las sienes.

En el suelo están tiradas sus mochilas y uniformes de secundaria. Los niños se fueron de pinta y han tenido un gran día. Se fueron a jugar video juegos en la casa de uno de ellos, fueron a la casa de otro a bailar con sus amigas, jugaron futbol y ahora el grupo esta simplemente en una esquina disfrutando de anécdotas y bromas secretas.

--Bueno cabrón, ya sácala. –Dice con alegría uno de los niños.

--Psss ¡estate! No la voy a sacar ahorita cabrón. –Contesta el más alto de ellos, su rostro se nota más duro que el de los demás, su vida no ha sido tan sencilla como los otros imaginan, su familia se ha encargado de eso.

--¡Andale! no seas puto.

--¿Quieren verla?

--Si

Contestan todos al mismo tiempo. Emocionados por la aventura de lo prohibido.

--Está bien putos aquí esta. Dice el más alto de ellos mientras saca el frio metal de una pistola 9 mm.

La pistola es vieja, sucia y está mal cuidada, sin embargo para los niños es preciosa, brilla a la luz de la luna con el misticismo de un instrumento creado para matar.

Todos guardan un silencio supersticioso. No pueden dejar de verla sin miedo y reverencia.

--Mi Tio me la trajo de El Otro Lado, dice que él tiene un cuerno de chivo, este fin de semana me dejara usarla, pero me dio esta para acostumbrarme.

--¿Y tiene balas?

--Obvio que si idiota, una pistola debe estar siempre lista para usarse.

El niño más alto voltea a ver sus amigos, nota el asombro y le gusta la atención. Con la pistola se siente fuerte y seguro, es un guerrero valiente y todos le tienen miedo. El alcohol en sus venas lo llena de calor y empuje.

Grita con una fuerza salvaje, todos lo siguen. Y lanza el primer tiro al cielo, el segundo y el tercero. Un perro ladra a lo lejos, las ventanas se cierran y las personas a su alrededor se alejan del grupo de niños. Todos se dan cuenta y empiezan a gritar a su vez, ríen y brincan alrededor del niño con la pistola.

Ahora les daré un plomazo cabrones.

Entre risas todos agarran sus cosas y se echan a correr. El niño con la pistola los persigue mientras dispara al cielo, aúlla y siente el frenesí de la cacería.

Después de la cacería todos están cansados, de tanto reír y de tanto jugar, se tiran al suelo en la esquina de su calle mientras recuperan el aliento.

Necesito un cigarro.

Dice uno mientras, se toca el pecho, le cuesta respirar; otro niño le avienta la cajetilla y el encendedor.

Con humildad el más jóvenes de los niños se acerca al niño con la pistola y le pregunta bajito para que nadie oiga.

¿qué se siente disparar?

--Es la puta onda, te hace sentir seguro, cabrón.

--¿Puedo disparar?

El niño con pistola lo observa, lo desnuda con la mirada, está midiéndolo ¿será suficientemente hombre para hacerlo? El más joven de los niños adivina las dudas y dice

Prometo entregártela rápido solo un disparo, soy un hombre cabrón.

­--Esta bien, pero solo un disparo.

­--Si, lo prometo.


El niño más joven toma la pistola, es más pesada de lo que había imaginado, pero aun así logra sostenerla con cierta maestría. No deja de observarla ¿qué estará pensando? Se preguntan sus compañeros y empiezan a burlarse de él, hay risas, bromas y pequeños golpes en los hombros.

Un ruido ensordecedor calla a todos, la gente se asusta y corre, algunos más valientes se acercan para ver que sucedió. El niño más joven esta cubierto de sangre y pólvora, pero no es su sangre, es la sangre del dueño de la pistola. Todos lo demás jovencitos se quedan congelados, en una fracción de segundo sus rostros vuelven a mostrar el miedo inocente de su edad, miedo por la impotencia que creían haber superado, pero al reaccionar con lagrimas en los ojos se echan a correr, huyen del monstruo que mato a su líder, huyen de las consecuencias y de todo mal.

--Te dije que era cabrón, pendejo.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Pequeñas Tragedias

“La gente está a mi alrededor, todos con sus caras de tristeza, todos evitando la mirada, el contacto. Tienen miedo. Sin embargo yo no era como ellos, sentía la brisa del mar cada mañana, el sol acariciar mi piel y en mi vida siempre existía la música de su sonrisa, no importa qué sucediera, sabía que estaba contigo, no importa qué problemas enfrentáramos, sabía que el amor solucionaría todo… hasta que dejó de hacerlo.

El metro sólo acentúa mi soledad, esta tumba que no me permite olvidar lo que una vez tuve y ya nunca tendré.

Paso todo el día pensando en ti. ¿Cómo pudiste hacerlo? ¿No me amaste? ¿Acaso nunca lo hiciste? Quisiera volver a tenerte entre mis brazos, sentir el calor de tu cuerpo, la melodía de tu risa. Estaba completo, no me hacia falta nada cuando estaba a tu lado, estoy solo, te extraño.

Salgo del metro y el calor ya no es una caricia, es un golpe en mi rostro, quiero encerrarme en mi cuarto y nunca salir, tapar las ventanas y olvidarme de todo, pero mi madre no me dejaría, sospecharía que no estoy bien y no quiero molestarla, no quiero que me haga incesantes preguntas sobre lo que me pasa.

Camino a mi casa y la mochila me pesa como nunca antes, libros y apuntes de cosas que no me interesan, sólo me interesaba ella, sin embargo mañana tengo exámenes finales, aun así no tengo cabeza para estudiar, ¿cómo puedo estudiar con el corazón roto? Es imposible.

Pienso en la frase: “Si amas algo déjalo ir, si vuelve es tuyo, si no, nunca lo fue”. Pero yo no la dejé ir, ella me dejó, por un tipo que no la merece, un tipo que la tratará mal, jugará con ella y luego la olvidará, pero estaré ahí esperando a que vuelva a mi lado, siempre esperándola, siempre en un rincón oscuro de este triste y monótono mundo, esperando que un día vuelva y todo sea como antes. No es un sacrificio pequeño por el verdadero amor, eso me hace valiente, ¿no? Un caballero del amor, sólo espero que en verdad vuelva, por favor que vuelva y así este...”

El joven calla sus pensamientos, pasa unos segundos en la entrada de su edificio, la vida a su alrededor se ha vuelto silencio, no escucha los autos pasar, el ruido de la cotidianidad, sólo siente el frio recorrer su espalda: Algo no está bien. No puede entrar al edificio y no entiende por qué.

Por fin logra superar ese escalofrió y entra al edificio, adentro está helado, las escaleras viejas que suben a su departamento en el 4º piso le parecen eternas, y sin saber por qué, el corazón le empieza a latir con fuerza, cada palpitar amenaza con tirarlo, sus piernas sólo logran caminar por inercia, tiemblan a cada paso, ¿qué está pasando?

Sigue avanzando, entra en la oscuridad de los escalones mal iluminados sin saber qué esperar, sin saber el origen de su miedo.

Un golpe de adrenalina inunda su cuerpo, empieza a subir más rápido las gélidas escaleras, en un impulso dice para sus adentros: “Dios, no” Desconoce lo que pasa, pero aun así teme.

4º piso. A su izquierda una puerta blanca de metal, cerrada. A su derecha su peor miedo se ha vuelto realidad: La puerta de su casa está abierta.

Su rostro está rojo, el resto de su cuerpo helado, tiembla con desenfreno, su corazón palpita con tal fuerza que no puede evitar tocar su pecho con la mano. Camina con lentitud y mueve la puerta para poder pasar, el frío es aun mayor dentro, la fetidez abarca ese lugar que hace unas horas llamaba hogar.

Hay sangre en las paredes escurriendo desde el techo, los muebles están completamente destruidos, el ventanal que da hacia la calle está roto y cristales cubren el suelo de la sala crujiendo a cada cauteloso paso que da su antiguo dueño. Un líquido extraño, viscoso e incoloro, cubre toda la casa. Las joyas, pendientes, oro y objetos electrónicos están tirados en el suelo, cubiertos de esa viscosidad mezclada con sangre de la que alguna vez fue su familia.

Ha recorrido en completo estado de shock cada habitación, los cuartos de sus hermanos, sus padres, el baño, la cocina, la sala comedor, todos los recuerdos han sido mancillados y destruidos en un frenesí de sangre.

Por fin el joven se detiene enfrente del ventanal roto, mira los autos pasar, la gente en su cotidianidad, afuera todo parece normal, afuera la vida continua y él sólo consigue preguntarse: “¿Dónde están los cuerpos?”

sábado, 7 de enero de 2012

Humo.

Temprano se despierta por una tos repentina, bastante seca, siente que tiene una pequeña canica húmeda en su garganta; se queda viendo hacia su blanco y sucio techo, pasa un tiempo así sin moverse, sin pensar, solo mira el techo, enciende un cigarrillo, fuego, exhala.

Su cuerpo es delgado, descuidado, la barba está mal cortada, su aliento huele mal, sus dientes amarillos delatan una mal higiene bucal, sus ojos negros están inyectados de sangre, se rasca una cabeza que está quedándose calva y nada de eso le importa, solo se levanta de su cama por inercia, su habitación huele a encerrado, a humo viejo de cigarro. Hace años que es así, solo un impulso mecánico le hace moverse, caminar e ir al trabajo.

Se baña, otro cigarro, fuego, inhala. Se empieza a vestir mientras ve el televisor, noticias, series, eso no importa, lo importante es callar esa tos que desde hace años no lo deja, solo piensa “Maldito cigarro”

¿Desayuno? ¿A quién le da tiempo de eso? Sale corriendo a trabajar, la gente lo ignora, no es su culpa es que todos corren, el tiempo no alcanza.

Llega a la parada del microbús. Cigarro, fuego, inhala. En sus oídos tiene los audífonos siempre gritándole comerciales, malos chistes y noticias de la radio, no entiende por qué, pero no le gusta el silencio.

Al llegar a su trabajo, se puede sentar tranquilo en su escritorio, escribe sin parar, le pasan documentos, los transcribe, los verifica, ortografía, fechas, todo en correcto orden, es bueno para eso. Continúa escribiendo y casi puede hacerlo sin necesidad de poner atención, le gusta su empleo.

En la hora de la comida, todos se van en pequeños grupos a comer, a platicar, a criticar al que no está presente, él va con un grupo normal, no son amigos, no son extraños, pero se toleran mutuamente y es que han de saber que no es un hombre solitario del todo, como cualquier persona gusta de la compañía, sin embargo el primer contacto es el que teme, una vez intento acercarse a la secretaria que se sentaba enfrente de su escritorio, sin embargo nunca pudo cumplir con su meta, pasaba de largo, solo miraba sus ojos cafés claros hasta que ella le devolvía la mirada y él aterrorizado se enterraba en su monitor, solo encontraba consuelo a su pena con cigarro en mano y una suave sabana de humo envolviéndolo, protegiéndolo de todo contacto. Cigarro, fuego, inhala y todo parecía más relajado, nada parecía tan importante, la realidad misma perdía consistencia.

–Oye, debes revisarte esa tos.

–Sí, muchas gracias, lo haré.

Conversaciones como esa le disgustaban, pero tenía que aceptarlas para no alejarse del grupo que cómodamente había hecho a su alrededor, todos ellos se juntaban para comer, medio platicaban, fumaban y luego se veían hasta el siguiente día. Ese tipo de contacto era el ideal para él.

Sale del trabajo. Cigarro, fuego, tose un poco, inhala. Camina con ese ruido en los oídos, reporte de transito y banalidades de ese estilo “¿qué importa eso cuando siempre hay tráfico?” Pero, nuevamente él no puede estar sin sus audífonos y su viejo radio portátil, le gustaría comprarse un reproductor de mp3 o incluso un Ipod, pero “¿qué música le pondría?”

Llega a su casa al anochecer, en el camino solo mira las caras de las personas sin realmente mirar, no le gusta ver las caras tristes en el microbús, le incomoda mucho ver otros rostros tristes, con él suyo es más que suficiente, cigarro, fuego, inhala.

Hace unos años se pregunto a si mismo ¿estoy triste? No, simplemente está aburrido y con un alivio resignado de un ciego que reconoce a tientas las paredes de su celda, continua inhalando y exhalando humo, cigarro tras cigarro.

Primero se quita el saco, lo avienta; luego continua con la corbata, los zapatos y la camisa, siempre de la misma forma, siempre su ropa va al suelo. Cigarro, fuego, inhala, exhala. Llega a su habitación y enciende la televisión las imágenes ficticitas de un mundo que no es el suyo le hacen compañía, alivian su soledad.

Empieza a toser, primero se tapa la boca sin dejar de ver el televisor, pero cada vez la fuerza es más fuerte, sus pulmones mismos quieren salir de esa prisión de humo que se ha vuelto su cuerpo, con gran esfuerzo los detiene y pone en su lugar, siente algo en la garganta, la pequeña obstrucción que no lo deja, traga saliva para que ese algo vuelva de donde vino, se mira al espejo y ve que su rostro está todavía rojo, tiene lagrimas en los ojos, se limpia los ojos y nota que las lágrimas siguen fluyendo, como un espectador desde el espejo se contempla como no para de llorar, no lo entiende, cómo es que puede ver a ese extraño llorar en el espejo y no sentir nada por él.

Cuando el tipo del espejo calma por fin su sufrimiento, se limpia nuevamente los ojos, cigarro, fuego, inhala y exhala humo que lentamente va subiendo hasta el techo de su habitación. Prepara su cena, la come frente al televisor en una mesita que vio mejores tiempos, sin embargo sus patitas de aluminio y su tabla azul de plástico no ignoran su procedencia de rebaja en un súper mercado. Simplemente la compró porque es funcional, al igual que los pocos muebles que tiene en su pequeña casa, esas paredes donde habita y que parece, a pesar del espacio, tan vacía.

Termina de cenar, cigarro, fuego, exhala, sombras grises salen de su boca con aliento amargo. Es hora del noticiero, le gusta verlo en pijama, listo para dormir en cualquier momento, termina el segundo cigarro desde que terminó de cenar y duerme. Dormir es su hobbie favorito.

Vuelve a amanecer, mira su techo blanco con un leve dolor de pecho. Cigarro, fuego, inhala, se levanta y siente ese aroma acido en su boca, se dirige a su baño “¡mierda!” va a la cocina, abre la llave del agua y llena un vaso, camina nuevamente al baño y le echa agua a una planta triste con las hojas caídas y de un color verde mal sano, que si pudiera hablar no sabría si decir “ya era hora cabrón” o un simple y refrescante “gracias”; deja el vaso a un lado y mientras orina siente que la tos llega, la fuerza violenta de su cuerpo lo dobla, grita, esta vez sus pulmones en verdad quieren salir, pero él los logra detener nuevamente. No puede dejar salir eso de su cuerpo, es lo único que conserva, esa tos y los cigarros. Después de un momento agarrándose el pecho con fuerza, se levanta y continúa con su vida.

Se cambia, cigarro, fuego, inhala, exhala, calle, microbús, ruido en sus oídos, por eso no alcanzo a oír al hombre que entraba gritando al transporte que él usaba, no oyó cuando el ladrón le ordenó que le diera todo lo que tuviera y por mirar al vacio nunca vio como el ladronzuelo lo golpeaba en la cabeza con la culata de su arma. El fumador cae al suelo su cabeza le arde y el shock se extiende por todo su sistema nervioso, lo inunda y solo puede sentir dolor. En ese momento, con el fumador tocándose la cabeza confundido sus defensas bajan, la tos vuelve, ahora más violenta, primero se dobla aun más, en una posición fetal bastante grotesca, llena de dolor, sus manos se agarran el pecho que siente que explotara, escupe saliva, luego saliva mezclada con sangre; el ladrón con la mitad de los pasajeros huyen del bus cuando el fumador empieza a vomitar, pero la tos no disminuye, al contrario, sus pulmones están a punto de salir de su cuerpo y no dejaran escapar está oportunidad. El fumador respira con dificultad, no deja de toser, sus ojos llorosos muestran desesperación, tal vez es el fin, así terminan sus días: con una tos que bloquea su garganta. Hace ruidos salvajes intentando despejar su garganta sin éxito alguno. Su cuerpo no puede y la oscuridad lo abraza, su hobbie favorito es dormir.

–Señor, ¿está bien? ¡Llamen a una ambulancia!

Es lo primero que alcanza a oír, no es ruido, no es vacio, es la voz de otra persona, abre los ojos y observa a la persona que lo sostiene con franca preocupación.

Se inca y como un impulso casi olvidado le sonríe –estoy bien, muchas gracias.

Se oye, asombrado, su voz es diferente, voltea a ver al piso del microbús y su asombro no tiene igual, no ve sus pulmones como hubiera esperado, ve una masa negra, palpitante y moribunda del tamaño de un puño. El fumador la mira y se levanta sin poder quitar la mirada de esa masa negra y toxica que tenía en su cuerpo, que se hospedaba en su pecho, se aleja poco a poco mirando a su antiguo inquilino, sin dejar de mirar se despide de un viejo amigo, se baja corriendo del bus, no le importa las miradas confundidas, ni las groserías del conductor, solo corre.

Siente el aire en su rostro, sus pantalones mojados y sucios de vomito y porquería que venía de su propio cuerpo y no le importa solo continua corriendo, no se da cuenta con el frenesí que ha olvidado su viejo radio, sus oído sienten el alivio del silencio, por primera vez en muchos años o tal vez en toda su vida, el fumador está con él mismo, sin distracción alguna.

Llega a su trabajo, sube las escaleras. Camina despacio, no entiende porque pero quiere disfrutar este momento, siente el palpitar en su pecho, su rostro se pone rojo de pena, aun así continua, la ve como si fuera la primera vez que se pierde en esos ojos cafés claros, respira profundamente y escucha su voz, no la del extraño del espejo, sino su verdadera voz que dice sin temor y emoción:

–Hola ¿quieres almorzar conmigo?