Tony Kaye, director de Historia Americana X (1998), vuelve a poner el dedo en una llaga ulcerante de la cultura estadounidense: su sistema educativo.
En “Detachment” vemos a un Adrien Brody interpretando soberbiamente a un Henry Bathes, un profesor sustituto incapaz de tener cualquier tipo de relación afectiva duradera, atormentado por los recuerdos incesantes de su pasado, un hombre que se describe así mismo como vacío, no existente, sin sentimientos. Sin embargo en el transcurso de la película vemos que esa falta de sentimientos no son más que un grito desesperado para no volver a ser lastimado.
Pero la película no solo trata de Bathes y su drama personal. No solo trata sobre el cada vez más extraño estereotipo del profesor que llega y transforma la vida de sus estudiantes.
La película también refleja la tragedia del sistema educativo en general.
Vemos un cuerpo docente superado por el entorno, angustiado, impotente, cuando no indiferente o apáticos con su trabajo. Pero la crítica no se queda ahí como con otras películas menos afortunadas (De Panzazo). También observamos a los dirigentes que ven la educación como un negocio al cual se le debe sacar dinero sea como sea. Somos testigos de estudiantes aburridos, enojados y confundidos; vemos una juventud que se devora a si misma en el mar de la apatía y el conformismo.
En este carnaval de desesperanza vemos a los padres siempre exigentes, siempre demandantes. Enojados consigo mismos por su fracaso como padres, pero sin poder identificar su dolor, vuelcan la frustración hacia el sistema educativo al cual demanda que haga el trabajo que ellos no tienen tiempo para hacer.
Es una trama que refleja sin tregua ni misericordia la vida cotidiana dentro del aula, su indiferencia y vacuidad.
El final de la película, que es impactante per se, es un simbolismo poco esperanzador, no solo de la mente de Bathes, es una metáfora de todo el sistema educativo y de la sociedad misma que lo sustenta.


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