“Solo, siempre he estado solo, la vida me ha dado bofetada tras bofetada sin poder hacer otra cosa que poner la otra mejilla, mi vida ha sido un sendero gris que he transitado sin pena ni gloría… sin embargo quiero vivir.
Hace algunos años me diagnosticaron cáncer y de ahí mi salud día a día empeora y la quimio no me ayuda para Nada.
No quiero ver las montañas, no quiero ver el mar, ni un poético amanecer, solo quiero pararme, ver las noticias e ir a trabajar sin tener este maldito dolor que invade todo mi ser. Vivir…para vivir, solo hago esto para vivir, para seguir respirando sin pensar en el dolor.
Me tomó mucho tiempo investigar los pasos a seguir, en un mundo de charlatanes y mentiras la verdad se volvió el grial que me curaría. Aun recuerdo cuando por fin encontré a la persona que me enseñaría, parece que fue hace tanto…”
Su aliento pútrido olía como pescado echado a perder, sus dientes amarillentos y cafés no ayudaban a cambiar el aspecto siniestro de su cara, sus ojos estaban ocultos tras una venda vieja y roída. Su ropaje negro ocultaba sus huesos deformes y sus uñas daban la impresión de ser garras de un animal salvaje y moribundo.
A pesar de que el lugar en ruinas tenia muchas cosas que podrían considerarse interesantes, sobre todo para los morbosos, él no podía dejar de mirarla.
–Extraño, deja de observar mi belleza interna y dime: ¿A qué has venido? –Su voz ceniza parecía tan siniestra como su hogar–
–Vengo por el saber.
– ¿Qué saber te puede dar una anciana? ¿A qué te refieres? Solo soy una pobre ciega que vive de su pensión.
Con voz temerosa y asqueada por la sonrisa burlona de la anciana dijo lo que le habían dicho que dijera:
–Ven…vengo con el pago exacto por sus servicios bruja, el chamán me envía.
–Ahh, ya veo. Muéstrame el pago.
Confundido el Extraño miro la mano deforme de la anciana que se extendía hacia él, hasta que, a pesar de un temblor que apenas podía controlar, saco el pago y se lo dio.
Ella sonrió con una mueca casi salvaje, se paro y empezó a buscar entre sus pertenencias extravagantes mientras decía:
–El conocimiento que buscas Extraño, es antiguo y peligroso, sin embargo es muy poderoso, ¿Estas consiente del precio que pagaras?
–Sí, lo sé, pero solo quiero vivir.
–Ya veo, por la esperanza de sobrevivir, el ser humano ha cometido muchas atrocidades, eres un digno representante de tu raza. Sin embargo, la enfermedad que te carcome será curada.
Al oír esto El Extraño sonrió, por fin, después de tanta penuria, una esperanza.
–Toma Extraño, los ingredientes están dentro de la bolsa y el libro dice los pasos exactos a seguir…solo hay un ingrediente que no esta en la bolsa y espero que entiendas la razón.
El extraño lleno de curiosidad leyó la lista con cuidado y sus ojos se llenaron de lágrimas.
–No, otra vez no.
La anciana rió –La vida a la que te quieres aferrar desesperadamente es cruel Extraño, muy cruel.
“Extraño me llamo, sin embargo en como me lo decía, era como si fuera mi nombre y no algo despectivo “extraño” esa palabra me es tan familiar.
Primero abro el libro, lo he estudiado exhaustivamente, no debo cometer errores: el día es el indicado, la noche es perfecta, no volveré a tener una oportunidad como esta.
Prendo las velas por toda la habitación y las sombras bailan al ritmo de un son profano que solo ellas escuchan, a cada paso, a cada movimiento de la llama, el olor que desprenden se vuelve más intenso: más repulsivo. Marco con la piedra roja de la bruja los símbolos depravados. El olor se hace cada vez más fuerte, pero todavía puedo controlarlo. Con manos temblorosas pongo las velas en cada una de las puntas de los símbolos, mi pecho me presiona, mi garganta se tapa y no puedo respirar, me falta aire y toso, todo mi cuerpo esta sudando y temblando, poco a poco mi vista se nubla ¿Esto es la muerte? ¡NO! No puede terminar así, no estando tan….”
El extraño esta en una cama mirándose en un espejo, su cuerpo nunca ha estado en forma, pero ahora se ve destruido: sin su cabello negro, ojeroso, pálido y extremadamente delgado. Avienta con ira el espejo y empieza a llorar; la habitación blanca es tétrica a esa hora de la noche, tan vacía, solo una tele y otras camas a los costados. Cierra los ojos y sus manos tapan su rostro como intentando ocultar su miseria a unos visitantes inexistentes. Pero no puede huir, sus nauseas no se van, los quejidos casi fantasmagóricos de los demás pacientes no se alejan.
Con voz desesperada una mujer dice como mantra:
–No quiero morir…no quiero morir….-un quejido largo- No quiero morir. Lagrimas siguen saliendo del Extraño
–Yo tampoco –se repite para si mismo-
“¿Cuánto tiempo me fui? Una hora tal vez, dulce Satán me has salvado, ¿quieres mi alma verdad? Bueno no quiero decepcionarte. El dolor continua, pero es controlable. Es curioso que recordara eso, como me hubiera gustado que la vida fuera como en las películas, que apareciera una bonita enfermera que me cuidara y nos enamoráramos perdidamente rompiendo con mi malestar, sin embargo eso nunca pasa, solo existe la soledad.
Basta de divagar, es hora de continuar.
Prendo los inciensos y el ambiente se vuelve tenso, el humo gira en el aire como almas intentando ser liberadas de su prisión, prisión que pronto será la mía.
Ahora viene lo más delicado. Me quito la ropa y mi cuerpo tiembla ¿acaso es por el frio? ¿La emoción? ¿Miedo? No, es por el asco y la culpa.
Me quedo quieto viendo el último ingrediente, no puedo hacerlo… pero en mi mente solo se oye esa voz: “No quiero morir” repítelo Extraño “NO quiero morir” Toma valor Extraño, solo un paso y no morirás, solo un último sacrificio. Me he dicho Extraño, es acaso que he olvidado mi propio nombre, tal vez deba… ¡No! Lo haré, no me importaría morir si tan solo supiera, si tan solo creyera, pero yo sé la triste verdad, la muerte es lo ultimo, luego la Nada, la eterna, fría y solitaria Nada…
¿Cuánto paso? Dios… ¡lo hice! Por fin lo hice, no recuerdo cómo, pero ahora tengo el último ingrediente; mi cuerpo sigue temblando, es como si intentara evitar este último pecado. Marco con la mayor precisión posible los símbolos en mi cuerpo los puntos de la vida y las velas se ponen inquietas. Tomo un vaso de cristal, lo lleno con el ingrediente y lo hecho sobre mi cabeza.
Entro en el símbolo, hace frío ¿viento acaso? ¿De dónde viene?
Digo las frases que me causan una horrendo vacío en el estomago; con el cuchillo me corto y mi sangre se mezcla con la suya, cae al suelo, alzo los brazos y digo la ultima frase incomprensible con un grito atronador, las velas brillan furiosamente, el viento es rápido dentro de la habitación haciendo ruidos lamentables y el humo del incienso baila, parece contento.
Me quedo quieto con las manos hacia el cielo, mi respiración es agitada, mi cuerpo tiembla, ahora sé por qué, es por miedo y Nada, no pasa Nada, el dolor sigue controlable pero mi corazón late rápido, ¡No!, no puede ser.
Bajo las manos, mis ojos quieren salir de su órbita, quieren huir. Fracase.
NO.
Debí equivocarme en algo.
Salgo del pentagrama y leo el grimorio, repito una vez más todo, con sumo cuidado, aun hay tiempo, aun hay ingredientes.
Nada.
Se me acaba el tiempo, vuelvo una vez más, no debo perder tiempo, los preparativos pierden ritual, pero no importa: Nada, ¡otra vez! ¡NADA! ¡Otra vez, otra, otra y otra!...
NADA
Bajo los hombros, mis manos caen al suelo junto con mis rodillas. Mi cuerpo esta empapado en sangre del ingrediente, tembloroso, mis ojos no pueden dejar de ver el Vacío y empiezo a llorar.
No quiero morir, la voz de la mujer se vuelve la mía. No quiero morir, Abrazo mis rodillas ¿alguien oye mis pensamientos? ¿Madre, estas ahí?
Pero no contesta, Nadie contesta, solo esta la soledad, este maldito dolor y la Nada. No existe Satán, ni Dios, solo el dolor y la Nada. Y están los ojos abiertos, muertos de ella para recriminármelo hasta el día que la Nada por fin me consuma.
lunes, 23 de junio de 2008
Amor
Todo es oscuridad, los focos de la casa están apagados, por las ventanas se puede ver el vacio de las estrellas en el cielo y la luna está escondida en su manto de nubes.
Solo una pequeña luz roja entra por la ventana alumbrando su cara, es una cara marchita, acabada y amargada, ¿Cómo es posible que una niña tenga semejante rostro? Sus ojos miran desde el marco de la puerta al cuerpo inerte que yace sobre la cama, ella se acerca sigilosamente, teme despertarla.
–¡Camina lento Carlos! no queremos despertar a mamá– le dice a su oso mientras pone su dedo índice sobre sus labios resecos y sus pequeñas manos aprietan el cuello del muñeco de peluche.
Al llegar al pie de la cama, la niña sonríe, cumplió la mitad de su cometido, poco a poco sube a la cama y de una manera tierna abraza a su madre, mete su cuerpo entre las cobijas y sus pequeños pies quedan entrelazados con los pies de su progenitora.
Sus ojos están llenos de júbilo, ¡esta acostada a lado de su madre! Tal y como siempre debería ser; con autosatisfacción mira las paredes viejas y los muebles llenos de polvo, no importa la mugre de la casa, no importa el hambre en su estomago, no importa la desesperanza ni el temor por el futuro, ahora esta acostada con su madre y todo parece perfecto.
Ni siquiera importa ese insecto caminando por la piel de mamá, ni su piel fría casi azulada, los ojos abiertos para la niña expresan amor y devoción, su boca abierta que huele a putrefacción le susurra canciones de amor, el rigor mortem de su cuerpo la abraza y consuela su perdida, su cabello antes fino y sedoso es cabello de ángel materia divina con la que hacen los sueños, toda en ella es perfecta porque es su madre.
Así podría estar días, meses, de hecho así ha estado mucho tiempo, ¿hace cuanto que su padre se fue para abandonarla? ¿Su madre ya era perfecta o aun respiraba?
La niña empieza a reír, un amiguito de mamá, se ha arrastrado hasta su brazo y le hace cosquillas, la joven con un gesto cariñoso, agarra al amiguito y lo vuelve a dejar en el rostro de su madre, este se arrastra hasta encontrar un lugar caliente y nutritivo para estar.
Poco a poco su madre se empieza a mover, la niña tiene cara de disgusto.
–Señor Carlos, ¡está arruinando todo! Oso estúpido, oso estúpido, oso estúpido, oso estúpido…
El cuarto parece más alumbrado y el polvo menos espeso, la boca putrefacta se cierra y los ojos abiertos descansan, la piel fría va tomando color y calor, pero la angustia de la niña llega al clímax como cada noche cuando los amiguitos de mamá desaparecen en ese universo lúdico al cual ella pertenece. La niña logra tranquilizarse y limpiar sus lágrimas cuando el rigor mortem de su madre es sustituido por un pequeño palpitar.
–Hola cielo, ¿No puedes dormir?–dice la madre todavía adormecida
–No mamá, ¿puedo dormir contigo?
–Claro, ¿tu padre no llega verdad? ¡Ese hombre! bueno. Buenas noches reina.
–Buenas noches ma’
Poco a poco la madre se vuelve a dormir y la niña vuelve a soñar despierta, su madre vuelve a estar…perfecta.
Solo una pequeña luz roja entra por la ventana alumbrando su cara, es una cara marchita, acabada y amargada, ¿Cómo es posible que una niña tenga semejante rostro? Sus ojos miran desde el marco de la puerta al cuerpo inerte que yace sobre la cama, ella se acerca sigilosamente, teme despertarla.
–¡Camina lento Carlos! no queremos despertar a mamá– le dice a su oso mientras pone su dedo índice sobre sus labios resecos y sus pequeñas manos aprietan el cuello del muñeco de peluche.
Al llegar al pie de la cama, la niña sonríe, cumplió la mitad de su cometido, poco a poco sube a la cama y de una manera tierna abraza a su madre, mete su cuerpo entre las cobijas y sus pequeños pies quedan entrelazados con los pies de su progenitora.
Sus ojos están llenos de júbilo, ¡esta acostada a lado de su madre! Tal y como siempre debería ser; con autosatisfacción mira las paredes viejas y los muebles llenos de polvo, no importa la mugre de la casa, no importa el hambre en su estomago, no importa la desesperanza ni el temor por el futuro, ahora esta acostada con su madre y todo parece perfecto.
Ni siquiera importa ese insecto caminando por la piel de mamá, ni su piel fría casi azulada, los ojos abiertos para la niña expresan amor y devoción, su boca abierta que huele a putrefacción le susurra canciones de amor, el rigor mortem de su cuerpo la abraza y consuela su perdida, su cabello antes fino y sedoso es cabello de ángel materia divina con la que hacen los sueños, toda en ella es perfecta porque es su madre.
Así podría estar días, meses, de hecho así ha estado mucho tiempo, ¿hace cuanto que su padre se fue para abandonarla? ¿Su madre ya era perfecta o aun respiraba?
La niña empieza a reír, un amiguito de mamá, se ha arrastrado hasta su brazo y le hace cosquillas, la joven con un gesto cariñoso, agarra al amiguito y lo vuelve a dejar en el rostro de su madre, este se arrastra hasta encontrar un lugar caliente y nutritivo para estar.
Poco a poco su madre se empieza a mover, la niña tiene cara de disgusto.
–Señor Carlos, ¡está arruinando todo! Oso estúpido, oso estúpido, oso estúpido, oso estúpido…
El cuarto parece más alumbrado y el polvo menos espeso, la boca putrefacta se cierra y los ojos abiertos descansan, la piel fría va tomando color y calor, pero la angustia de la niña llega al clímax como cada noche cuando los amiguitos de mamá desaparecen en ese universo lúdico al cual ella pertenece. La niña logra tranquilizarse y limpiar sus lágrimas cuando el rigor mortem de su madre es sustituido por un pequeño palpitar.
–Hola cielo, ¿No puedes dormir?–dice la madre todavía adormecida
–No mamá, ¿puedo dormir contigo?
–Claro, ¿tu padre no llega verdad? ¡Ese hombre! bueno. Buenas noches reina.
–Buenas noches ma’
Poco a poco la madre se vuelve a dormir y la niña vuelve a soñar despierta, su madre vuelve a estar…perfecta.
sábado, 19 de enero de 2008
El barrio
La música se oye a todo volumen, él canta e incluso baila sin soltar el volante; “eso debería ser ilegal” piensa otro conductor que lo mira bailar, cantar y conducir a una velocidad considerable, pero a él no le importa, ha tenido un día estresante y lo único que quiere es llegar a casa antes de que sus hijos lleguen de la escuela.
Se aleja de la avenida y los arboles le cierran los flancos, el bullicio de las grandes calles desaparece ante la tranquilidad de la colonia donde vive, antes de llegar a su casa ve: una, dos, tres patrullas que merodean la zona y él se siente protegido.
Detiene su carro en la cochera y un gran perro negro le salta encima bailando e intentando lamerle la cara, él le da unas palmaditas y avienta cautelosamente a esa bestia oscura, se detiene y mira el árbol que plantó cuando se mudo a esa casa, satisfecho entra.
Con portafolio en una mano y el saco en la otra sigue tarareando la canción, avienta la vestimenta al sillón amarillo de la esquina, prende la televisión plana que está sujeta como una pintura a su pared mientras sigue caminando a la cocina, al llegar abre su refrigerador que es más grande que el dueño y saca comida fresca, deliciosa; se prepara un sándwich para matar el hambre en lo que llega su esposa y le hace algo rico para la hora de la comida, regresa al sillón largo que está enfrente de la televisión, pasa sin siquiera mirar el titulo de su carrera colgado de una manera elegante y presuntuosa como si quisiera demostrar algo a la nada. Se quita los zapatos y mira la televisión mientras sube los pies olorosos a la mesa de centro de cristal, su esposa lo mataría si viera que hace eso, pero es uno de los lujos que él se da cuando se encuentra completamente solo, al final de cuentas se lo merece.
El programa es una basura y se aburre a los cinco minutos, le cambia el canal, increíblemente no hay nada en los cincuenta canales que tiene. Apaga la tele y avanza a su estudio, le llevo años terminarlo, pero sin duda valió la pena, es su lugar favorito en toda la casa, en su escritorio de madera fina esta un teléfono, una computadora de pantalla pequeña y la foto de sus hijos. Agarra un libro y lo lee hasta quedar dormido, tiene cosas que hacer, pero es un pequeño lujo que él se merece, al final de cuentas ha logrado cosas que muchos que empezaron como él nunca soñarían.
Un zumbido y él sigue soñando, otro zumbido y él se mueve, el tercer zumbido lo despierta molesto ¿Qué hora es? No lo sabe, la casa sigue en silencio así que no debe ser tarde ya que su esposa no ha regresado con sus hijos. El zumbido continúa y continúa, hasta que contesta el teléfono.
–Diga –contesta él bastante irritado.
No pasan más de cinco segundos cuando todo su cuerpo sufre una metamorfosis, casi un retroceso. Sus piernas le tiemblan, sus ojos quedan como dos grandes platos, su mano se siente tan débil que tiene que hacer un esfuerzo para mantener el auricular al nivel de la oreja, su frente empieza a sudar y su mano libre hace su cabello hacia atrás mostrando sus entradas muy bien cubiertas por estilistas caros, por primera vez en mucho tiempo siente miedo.
–¿Cómo conseguiste este número?... ya no soy “El Ojos”, nunca más… ¡no puedes hacerlo!...¿Qué?.. No te atreverías a tocarlos… éramos carnales….¡NO!
Suelta el teléfono y empieza a correr por toda su casa, sube a las habitaciones, gritando el nombre de su esposa y de sus dos hijos, pero solo le contesta un silencio que entra por cada uno de sus poros, llega a la ventana que da al balcón, la cortina está cerrada y tiene miedo: la abre y la oscuridad invade el cuarto y su alma.
Regresa derrotado a su estudio lleno de libros, los cuales menos de la mitad ha leído.
–¿Qué quieres? –contesta “El ojos” derrotado– De acuerdo, lo hare, pero va a ser la última… te lo prometo, será la última… hablo en serio… sí lo será, no volveré a caer, te lo prometo –cuelga el teléfono– Te lo prometo, no volveré a caer.
Enciende un cigarro mientras medita como su vida se está yendo al infierno… o tal vez nunca salió de ahí. Se para y observa los libros que leyó, los que nunca leerá en su placentero retiro junto a su esposa y agarra un libro delgado y negro. Abre una hoja al azar y lee. Después de un momento no puede contener la risa, la carcajada; tira el libro y sigue riéndose, la risa se convierte en un grito y el grito en llanto, empieza a aventar todo lo que ve, su Diploma de posgrado, los cuadros de la pared, la foto de su boda; nada de eso importa, nunca existió, nunca salió.
Se sienta en su escritorio, silencio, puede oír su corazón cargado de adrenalina, la risa de sus hijos, los aplausos de su jefe; puede oler el perfume de su esposa, el olor intimo después de hacer el amor, las flores que le compro cuando le propuso matrimonio, abre un cajón, la toma… grita y después silencio.
Una, dos, tres, patrullas están fuera de la casa de “El ojos”
–¿Y esta madre? –dice el policía señalando el árbol que “El ojos” planto cuando se mudo
–No sé, pero esa ramita se ve bien cagada, toda torcidita. –contesta su parejita.
El perro esta en un rincón no quiere moverse, no puede hacerlo. Dos niños están a su lado, no los dejan entrar.
Al final todos se retiran satisfechos por su papel detectivesco y la esposa de “El ojos” se queda sola en el estudio, la mancha de sangre aun se puede ver en la pared atrás del escritorio donde se sentó por última vez su marido. Su alma esta ida, su visión perdida, solo logra agarrar un libro abierto en el suelo y alcanza a leer:
“…Si uno busca trocitos de pasado
tal vez se halle a sí mismo ensimismado/
volver al barrio siempre es una fuga”
La mujer suelta el libro antes de caer de rodillas, llorando se da cuenta porque su esposo se suicido.
Se aleja de la avenida y los arboles le cierran los flancos, el bullicio de las grandes calles desaparece ante la tranquilidad de la colonia donde vive, antes de llegar a su casa ve: una, dos, tres patrullas que merodean la zona y él se siente protegido.
Detiene su carro en la cochera y un gran perro negro le salta encima bailando e intentando lamerle la cara, él le da unas palmaditas y avienta cautelosamente a esa bestia oscura, se detiene y mira el árbol que plantó cuando se mudo a esa casa, satisfecho entra.
Con portafolio en una mano y el saco en la otra sigue tarareando la canción, avienta la vestimenta al sillón amarillo de la esquina, prende la televisión plana que está sujeta como una pintura a su pared mientras sigue caminando a la cocina, al llegar abre su refrigerador que es más grande que el dueño y saca comida fresca, deliciosa; se prepara un sándwich para matar el hambre en lo que llega su esposa y le hace algo rico para la hora de la comida, regresa al sillón largo que está enfrente de la televisión, pasa sin siquiera mirar el titulo de su carrera colgado de una manera elegante y presuntuosa como si quisiera demostrar algo a la nada. Se quita los zapatos y mira la televisión mientras sube los pies olorosos a la mesa de centro de cristal, su esposa lo mataría si viera que hace eso, pero es uno de los lujos que él se da cuando se encuentra completamente solo, al final de cuentas se lo merece.
El programa es una basura y se aburre a los cinco minutos, le cambia el canal, increíblemente no hay nada en los cincuenta canales que tiene. Apaga la tele y avanza a su estudio, le llevo años terminarlo, pero sin duda valió la pena, es su lugar favorito en toda la casa, en su escritorio de madera fina esta un teléfono, una computadora de pantalla pequeña y la foto de sus hijos. Agarra un libro y lo lee hasta quedar dormido, tiene cosas que hacer, pero es un pequeño lujo que él se merece, al final de cuentas ha logrado cosas que muchos que empezaron como él nunca soñarían.
Un zumbido y él sigue soñando, otro zumbido y él se mueve, el tercer zumbido lo despierta molesto ¿Qué hora es? No lo sabe, la casa sigue en silencio así que no debe ser tarde ya que su esposa no ha regresado con sus hijos. El zumbido continúa y continúa, hasta que contesta el teléfono.
–Diga –contesta él bastante irritado.
No pasan más de cinco segundos cuando todo su cuerpo sufre una metamorfosis, casi un retroceso. Sus piernas le tiemblan, sus ojos quedan como dos grandes platos, su mano se siente tan débil que tiene que hacer un esfuerzo para mantener el auricular al nivel de la oreja, su frente empieza a sudar y su mano libre hace su cabello hacia atrás mostrando sus entradas muy bien cubiertas por estilistas caros, por primera vez en mucho tiempo siente miedo.
–¿Cómo conseguiste este número?... ya no soy “El Ojos”, nunca más… ¡no puedes hacerlo!...¿Qué?.. No te atreverías a tocarlos… éramos carnales….¡NO!
Suelta el teléfono y empieza a correr por toda su casa, sube a las habitaciones, gritando el nombre de su esposa y de sus dos hijos, pero solo le contesta un silencio que entra por cada uno de sus poros, llega a la ventana que da al balcón, la cortina está cerrada y tiene miedo: la abre y la oscuridad invade el cuarto y su alma.
Regresa derrotado a su estudio lleno de libros, los cuales menos de la mitad ha leído.
–¿Qué quieres? –contesta “El ojos” derrotado– De acuerdo, lo hare, pero va a ser la última… te lo prometo, será la última… hablo en serio… sí lo será, no volveré a caer, te lo prometo –cuelga el teléfono– Te lo prometo, no volveré a caer.
Enciende un cigarro mientras medita como su vida se está yendo al infierno… o tal vez nunca salió de ahí. Se para y observa los libros que leyó, los que nunca leerá en su placentero retiro junto a su esposa y agarra un libro delgado y negro. Abre una hoja al azar y lee. Después de un momento no puede contener la risa, la carcajada; tira el libro y sigue riéndose, la risa se convierte en un grito y el grito en llanto, empieza a aventar todo lo que ve, su Diploma de posgrado, los cuadros de la pared, la foto de su boda; nada de eso importa, nunca existió, nunca salió.
Se sienta en su escritorio, silencio, puede oír su corazón cargado de adrenalina, la risa de sus hijos, los aplausos de su jefe; puede oler el perfume de su esposa, el olor intimo después de hacer el amor, las flores que le compro cuando le propuso matrimonio, abre un cajón, la toma… grita y después silencio.
Una, dos, tres, patrullas están fuera de la casa de “El ojos”
–¿Y esta madre? –dice el policía señalando el árbol que “El ojos” planto cuando se mudo
–No sé, pero esa ramita se ve bien cagada, toda torcidita. –contesta su parejita.
El perro esta en un rincón no quiere moverse, no puede hacerlo. Dos niños están a su lado, no los dejan entrar.
Al final todos se retiran satisfechos por su papel detectivesco y la esposa de “El ojos” se queda sola en el estudio, la mancha de sangre aun se puede ver en la pared atrás del escritorio donde se sentó por última vez su marido. Su alma esta ida, su visión perdida, solo logra agarrar un libro abierto en el suelo y alcanza a leer:
“…Si uno busca trocitos de pasado
tal vez se halle a sí mismo ensimismado/
volver al barrio siempre es una fuga”
La mujer suelta el libro antes de caer de rodillas, llorando se da cuenta porque su esposo se suicido.
jueves, 17 de enero de 2008
¿Cómo saber si uno es buen profesor?
Fin de semestre y es hora de que el profesor pregunte el cliché indispensable en toda materia: ¿Qué es lo que aprendieron en mi clase? Un silencio embarazoso sigue a continuación, algunos están recapitulando, otros fingen recapitular, otros más descarados o más honestos miran el vacio con aburrimiento.
Por fin se para un alumno y dice: “Creo que aprendí que los maestros también son seres humanos”
– ¿A qué te refieres? –contestó el profesor con verdadera duda en su rostro.
– Sí, los profesores también juegan videojuegos y leen comics –un nuevo silencio inunda el salón de clases, el profesor viendo al horizonte, en posición heroica se despide y sale del aula.
Ahogando una carcajada por su situación tragicómica reflexiona: “Ok, creo que eso contestó mi pregunta”
Por fin se para un alumno y dice: “Creo que aprendí que los maestros también son seres humanos”
– ¿A qué te refieres? –contestó el profesor con verdadera duda en su rostro.
– Sí, los profesores también juegan videojuegos y leen comics –un nuevo silencio inunda el salón de clases, el profesor viendo al horizonte, en posición heroica se despide y sale del aula.
Ahogando una carcajada por su situación tragicómica reflexiona: “Ok, creo que eso contestó mi pregunta”
lunes, 14 de enero de 2008
Preguntas
Preguntas.
Esteban mira sus manos extendidas, sus ojos perdidos aún se encuentran en el pasado, sus oídos no pueden detener el zumbido generado por el gritar del cañón, casi puede oler la sangre, casi puede mirarla en todo su cuerpo, casi puede sentirla salpicar su cara, una y otra vez.
Por fin algo diferente al zumbido llega a sus oídos y aun con la mirada en el vacio observa la figura que tiene enfrente
–Hijo de la chingada ¿cómo se te ocurrió? –Las palabras flotan en el aire antes de que Esteban logre asimilarlas ¿Acaso es por el impacto de los hechos? ¿Es por la droga que se mete desde hace años? O simplemente su alma se aleja del cuerpo como las ratas de un barco que se hunde.
–Yo no quise hacerlo –pausadamente contesta Esteban y su voz desafinada de adolescente no ayuda en nada a ocultar el miedo que siente en lo recóndito de su ser.
Por fin los ojos han alcanzado al cuerpo, al alma y a la memoria y empiezan a llorar
–No quise hacerlo, en verdad no quise hacerlo
–Acabas de joder todo, piensa en tu madre pendejo, piensa en tu padre.
–Ayúdame carnalito, se que tú puedes hacer que esto pase.
El carnalito lo mira con desesperación, todo su cuerpo le dice que corra, que se olvide de lo que vio y que visite a su primo en Michoacán, pero se queda, su cuerpo al ver que la mente no obedece un instinto tan primario como la sobrevivencia sólo pude temblar sin control y dar pequeños saltos sobre el piso manchado de sangre.
El carnalito mira nuevamente, ahora con lástima, el cuerpo rendido de Esteban y mira con lástima el cuerpo baleado enfrente de él, mira sus ojos suplicantes, sin vida. ¿Murió pidiendo auxilio? ¿Qué fue lo último que pensó? ¿Por qué tiene esa mirada de terror en su rostro? El carnalito nunca olvidará ese rostro. Aún no lo sabe, pero ése y otros quince rostros lo esperarán para acompañarlo camino al Hades, al Mictlán. Sin embargo en ese momento nada importa.
–Hay que moverse – el carnalito sabe qué es lo que tiene que hacer.
–Vente cabrón tienes que moverte de aquí.
Unas calles adelante, el mundo ya no importa, el tiempo se detiene y la realidad es mutable, Esteban y su carnalito sienten que flotan por el espacio, la materia pierde consistencia y nada es lo que parece, su viaje empezó justo después de pagarle a un hombre delgado que los corrió justo después de hacer la transacción
–Órale, hijos de la verga, no quiero que los encuentre mi hijita en ese estado, lárguense a matarse a otro lado.
Ellos vuelan, hacia tiempos más tranquilos, sienten la paz de no tener preocupaciones, antes de que se complicaran la vida, antes de que vendieran su alma al Demonio. Perdieron todo y no ganaron nada.
Los dos se abrazan y ríen.
–Te dije que sabía qué hacer, carnal, sólo yo te puedo cuidar, a dónde vas no vas a conseguir este alcohol tan fácil, ni esta mercancía tan barata, te lo digo, mi hermano esta allá guardado.
–Gacho carnal, gracias, tú si sabes qué pedo, ¿sabes que hace falta?... unas viejas
–Y sí que van a hacerte falta.
Sus risas estridentes son borradas, su cuerpo completo se ve cubierto de una luz roja, el canto de las sirenas que profetiza su perdición.
–¡Ah chingá! ¿Cómo dieron conmigo?
El carnalito empieza a llorar y abraza a Esteban.
–Fuiste tú ¿verdad? –dice Esteban apunto de vomitar
–No quiero ir con mi hermano y tú la regaste bien feo
Esteban llora y no dejará de llorar en mucho tiempo, preguntándose siempre: “¿por qué lo hice?”
Esteban mira sus manos extendidas, sus ojos perdidos aún se encuentran en el pasado, sus oídos no pueden detener el zumbido generado por el gritar del cañón, casi puede oler la sangre, casi puede mirarla en todo su cuerpo, casi puede sentirla salpicar su cara, una y otra vez.
Por fin algo diferente al zumbido llega a sus oídos y aun con la mirada en el vacio observa la figura que tiene enfrente
–Hijo de la chingada ¿cómo se te ocurrió? –Las palabras flotan en el aire antes de que Esteban logre asimilarlas ¿Acaso es por el impacto de los hechos? ¿Es por la droga que se mete desde hace años? O simplemente su alma se aleja del cuerpo como las ratas de un barco que se hunde.
–Yo no quise hacerlo –pausadamente contesta Esteban y su voz desafinada de adolescente no ayuda en nada a ocultar el miedo que siente en lo recóndito de su ser.
Por fin los ojos han alcanzado al cuerpo, al alma y a la memoria y empiezan a llorar
–No quise hacerlo, en verdad no quise hacerlo
–Acabas de joder todo, piensa en tu madre pendejo, piensa en tu padre.
–Ayúdame carnalito, se que tú puedes hacer que esto pase.
El carnalito lo mira con desesperación, todo su cuerpo le dice que corra, que se olvide de lo que vio y que visite a su primo en Michoacán, pero se queda, su cuerpo al ver que la mente no obedece un instinto tan primario como la sobrevivencia sólo pude temblar sin control y dar pequeños saltos sobre el piso manchado de sangre.
El carnalito mira nuevamente, ahora con lástima, el cuerpo rendido de Esteban y mira con lástima el cuerpo baleado enfrente de él, mira sus ojos suplicantes, sin vida. ¿Murió pidiendo auxilio? ¿Qué fue lo último que pensó? ¿Por qué tiene esa mirada de terror en su rostro? El carnalito nunca olvidará ese rostro. Aún no lo sabe, pero ése y otros quince rostros lo esperarán para acompañarlo camino al Hades, al Mictlán. Sin embargo en ese momento nada importa.
–Hay que moverse – el carnalito sabe qué es lo que tiene que hacer.
–Vente cabrón tienes que moverte de aquí.
Unas calles adelante, el mundo ya no importa, el tiempo se detiene y la realidad es mutable, Esteban y su carnalito sienten que flotan por el espacio, la materia pierde consistencia y nada es lo que parece, su viaje empezó justo después de pagarle a un hombre delgado que los corrió justo después de hacer la transacción
–Órale, hijos de la verga, no quiero que los encuentre mi hijita en ese estado, lárguense a matarse a otro lado.
Ellos vuelan, hacia tiempos más tranquilos, sienten la paz de no tener preocupaciones, antes de que se complicaran la vida, antes de que vendieran su alma al Demonio. Perdieron todo y no ganaron nada.
Los dos se abrazan y ríen.
–Te dije que sabía qué hacer, carnal, sólo yo te puedo cuidar, a dónde vas no vas a conseguir este alcohol tan fácil, ni esta mercancía tan barata, te lo digo, mi hermano esta allá guardado.
–Gacho carnal, gracias, tú si sabes qué pedo, ¿sabes que hace falta?... unas viejas
–Y sí que van a hacerte falta.
Sus risas estridentes son borradas, su cuerpo completo se ve cubierto de una luz roja, el canto de las sirenas que profetiza su perdición.
–¡Ah chingá! ¿Cómo dieron conmigo?
El carnalito empieza a llorar y abraza a Esteban.
–Fuiste tú ¿verdad? –dice Esteban apunto de vomitar
–No quiero ir con mi hermano y tú la regaste bien feo
Esteban llora y no dejará de llorar en mucho tiempo, preguntándose siempre: “¿por qué lo hice?”
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