Todo es oscuridad, los focos de la casa están apagados, por las ventanas se puede ver el vacio de las estrellas en el cielo y la luna está escondida en su manto de nubes.
Solo una pequeña luz roja entra por la ventana alumbrando su cara, es una cara marchita, acabada y amargada, ¿Cómo es posible que una niña tenga semejante rostro? Sus ojos miran desde el marco de la puerta al cuerpo inerte que yace sobre la cama, ella se acerca sigilosamente, teme despertarla.
–¡Camina lento Carlos! no queremos despertar a mamá– le dice a su oso mientras pone su dedo índice sobre sus labios resecos y sus pequeñas manos aprietan el cuello del muñeco de peluche.
Al llegar al pie de la cama, la niña sonríe, cumplió la mitad de su cometido, poco a poco sube a la cama y de una manera tierna abraza a su madre, mete su cuerpo entre las cobijas y sus pequeños pies quedan entrelazados con los pies de su progenitora.
Sus ojos están llenos de júbilo, ¡esta acostada a lado de su madre! Tal y como siempre debería ser; con autosatisfacción mira las paredes viejas y los muebles llenos de polvo, no importa la mugre de la casa, no importa el hambre en su estomago, no importa la desesperanza ni el temor por el futuro, ahora esta acostada con su madre y todo parece perfecto.
Ni siquiera importa ese insecto caminando por la piel de mamá, ni su piel fría casi azulada, los ojos abiertos para la niña expresan amor y devoción, su boca abierta que huele a putrefacción le susurra canciones de amor, el rigor mortem de su cuerpo la abraza y consuela su perdida, su cabello antes fino y sedoso es cabello de ángel materia divina con la que hacen los sueños, toda en ella es perfecta porque es su madre.
Así podría estar días, meses, de hecho así ha estado mucho tiempo, ¿hace cuanto que su padre se fue para abandonarla? ¿Su madre ya era perfecta o aun respiraba?
La niña empieza a reír, un amiguito de mamá, se ha arrastrado hasta su brazo y le hace cosquillas, la joven con un gesto cariñoso, agarra al amiguito y lo vuelve a dejar en el rostro de su madre, este se arrastra hasta encontrar un lugar caliente y nutritivo para estar.
Poco a poco su madre se empieza a mover, la niña tiene cara de disgusto.
–Señor Carlos, ¡está arruinando todo! Oso estúpido, oso estúpido, oso estúpido, oso estúpido…
El cuarto parece más alumbrado y el polvo menos espeso, la boca putrefacta se cierra y los ojos abiertos descansan, la piel fría va tomando color y calor, pero la angustia de la niña llega al clímax como cada noche cuando los amiguitos de mamá desaparecen en ese universo lúdico al cual ella pertenece. La niña logra tranquilizarse y limpiar sus lágrimas cuando el rigor mortem de su madre es sustituido por un pequeño palpitar.
–Hola cielo, ¿No puedes dormir?–dice la madre todavía adormecida
–No mamá, ¿puedo dormir contigo?
–Claro, ¿tu padre no llega verdad? ¡Ese hombre! bueno. Buenas noches reina.
–Buenas noches ma’
Poco a poco la madre se vuelve a dormir y la niña vuelve a soñar despierta, su madre vuelve a estar…perfecta.
lunes, 23 de junio de 2008
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2 comentarios:
Me gusta, me gusta mucho, hacía un buen tiempo que no te leía y este cuento me ha encantado. Cómo puede ser perfecto un cuerpo innerte? solo porque así podemos tener de él lo que en vida no podemos, acercase más allá de las barreras de la personalidad tal vez? Bueno, tal vez debrayé un poco.
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