Cada día existen milagros, cada día pasan cosas extraordinarias entre nosotros, si tan solo nos prestáramos un segundo para ver… denlo por seguro que se sorprenderían.
Ahí está “poeta” caminando hacia su cuartito de lamina, entre vías olvidadas que la naturaleza ya reclamo, ahí están los olvidados, los que luchan por sobrevivir. Sin embargo, el poeta, tiene un sueño, algo por lo que daría su vida, está enamorado de alguien y eso para él es suficiente para luchar por sobrevivir.
Diario, trabaja un poco más en la esquina que le toca, limpia vidrios para poder tener un dinero, siempre va corriendo de un lado para otro. Siempre intentando ganar unos centavos más, es que la comida es cara y él a su tierna edad de 12 años tiene que velar por el amor de su vida. Ella no puede trabajar, es muy delicada, es muy sensible y ha sufrido mucho como para que “poeta” la obligue a conseguir dinero. NO, además “¿No soy yo el hombre de la casa?” se pregunta a si mismo cada que su voluntad flaquea.
Siempre al llegar en la noche, se sienta en un sillón verde, ya viejo, prende la tele a blanco y negro y en su parrilla eléctrica cocina algo que compro con el dinero que consiguió en su trabajo, mientras calienta la comida, pone la mesa con sus platos de un horrible color verde, único recuerdo que le dejo su madre antes de morir.
Al servir la mesa, él le acerca su plato mientras observa como come, él sonríe, es un placer ver como toma los cubiertos, como se alimenta con una gracia que el poeta nunca había conocido.
Terminan de comer y “poeta” se va a dormir al sillón mientras que ella se duerme en la cama, es un caballero y nunca se atrevería a tocarla.
Aun recuerda cuando fueron al parque, él estaba tan orgulloso de su pareja, él se había bañado, se puso sus mejores ropas, sin embargo aun así era opacado con la belleza de ella y por eso todos los volteaban a ver, no es ciego, observa sus manos maltratadas, su rostro demacrado ¿quién aparte de ella podría quererlo? Se sentaron en el pasto, platicaron, ella lo oía con una dulzura infinita, se reía de sus bromas, comieron algodón, se sacaron una foto, todo había sido perfecto, comieron, vieron ardillas, un día como ningún otro, donde el universo parece detenerse para observarte con gran felicidad. Al caer el atardecer, ellos estaban recargados en un árbol viendo la puesta de sol que los inundaba con rayos benevolentes, “poeta” la mira y no puede evitar sonreír, se acerca un poco esperando la reacción de ella, está nervioso ¿qué pasara si lo rechaza? Pero para su sorpresa no lo hace, ella se acerca un poco a su rostro moreno por los rayos de sol de la avenida donde trabaja, él se acerca un poco más, poco a poco sus rostros están al borde del contacto, “poeta” sentía como su corazón se agitaba, su piel se ponía colorada, sus manos temblaban. En un momento más está experimentando su primer beso. Es el momento más feliz de su vida. Con estos recuerdos, se voltea y duerme con una sonrisa.
Al día siguiente se para, prepara el desayuno que es bastante básico y la mira como diciendo “Lo siento, es todo lo que tengo” ella lo mira con una sonrisa y ríen juntos antes de sentarse.
"poeta" se va feliz, brinca los pedazos de madera y metal oxidado, salta en cada madero de la vía, la vida es agradable.
Ya en el trabajo, está corriendo de un lado para otro entre los carros como siempre, en un alto se detiene, toma agua en el camellón, mientras los otros aspiran muerte desde una estopa, él observa el otro lado de la acera: un niño va con su papá y su mamá, se ven felices, casi tanto como el poeta con ella. El papá le da un beso a la mamá, le abre la puerta, niño y mamá se suben. poeta se queda meditando ¿qué vida le estoy ofreciendo? ¿Algún día seré como ese papá? ¿Algún día ella será como la mamá?
Todo el resto del día se quedo pensando en esa situación, aun más cuando la gente indiferente le arrojaba dos o 5 pesos, él se le quedaba viendo a la moneda como si fuera una condena a una vida de miseria.
Al llegar a su casa el poeta mira con melancolía a ella, ella se extraña, siempre que regresa esta feliz o le llena de atenciones o cariños.
-“Hoy vi un algo, sabes, te amo, eres la persona más linda, te quiero mucho, siempre estoy feliz de tenerte junto a mí, de trabajar para ti, antes lo único que hacia tolerable esta vida era aspirar muerte, pero todo cambio cuando llegaste: me diste vida, te volviste el centro de mi mundo y vivir aquí se hizo lindo, cada vez que reímos juntos, cada noche que veíamos las estrellas, eres el amor de mi vida, sin embargo, hoy me di cuenta que no te puedo dar lo que mereces… sé que estoy llorando, me duele mucho lo que estoy a punto de hacer, si estoy aquí es por estar contigo, pero tengo que regresar... pero no te preocupes: regresare por ti”
poeta espera el reproche, el llanto, pero solo siente su caricia, ella entiende que estará mejor allá y con un dejo de melancolía le da su segundo beso en los labios, ella está bien, los dos estarán bien.
Al día siguiente el poeta agarra todas sus cosas (menos la TV que no reconoce los colores, la cama vieja donde ella duerme y el sillón verde chillón) y las guarda en la misma bolsa de lona en la que guardo sus cosas hace dos años antes de irse de su primer hogar. Voltea a mirar a su alrededor con aire nostálgico y se despide de su segundo hogar. Al despertar ella se había ido, se siente triste, pero sabe en el fondo que es lo mejor, saca una foto de ellos dos en el parque y la deja en la mesa. Es hora de regresar, el Poeta puede avanzar.
Es de noche, los vecinos han notado que no ha habido movimiento en varias semanas: es tiempo de la rapiña. Entran al pequeño cuartito a ver si poeta dejo algo, pero no es así Poeta no dejo nada. Los dos ladrones de tumbas observan donde estaba la parrillita y no hay nada, observan y se llevan el viejo sillón verde, la TV; vuelven y ven la foto en la mesa ya con una sabana de polvo
“¿Cómo era el poeta?”
“Bastante raro, solo mira la foto”
“Ja, eso pasa cuando uno se monea mucho. Pinches mocosos”
Tiran la foto al suelo y ven la cama donde ella dormía.
“Oye… mejor vámonos de aquí, este lugar esta embrujado”
Los ladrones salen corriendo sin entender el milagro, dejando solamente una foto e el suelo de un niño demacrado por la calle agarrando un cuadro viejo de una joven mujer sonriente bañada en rayos de luz color pastel, sentada en la silla de lo que podría ser un jardín. En la pared donde esta la cama hay un cuadro de una silla sola en la oscuridad de la noche con la sombra de unas piernas colgando en el fondo.

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