Cuando la conocí, la confundí con un mueble más, una decoración que se movía en la casa de la anfitriona.
Luego descubrí con desconcierto que ese mueble con dos piernas también hablaba, sin embargo su voz no era importante, era lo que decía lo interesante. Fue primero una broma que me hizo reír hasta las lágrimas, luego un comentario que cambió mí perspectiva sobre el tema que habíamos estado hablado por horas.
Abrumado me sentí cuando entendí que ese mueble que sabía charlar, también tenía sentimientos y me paralicé por la conmoción cuando me di cuenta que esos sentimientos eran bellos y por lo mismo extraños y diferentes.
Al final ese mueble se convirtió en una persona que amaba.
Sin embargo, la sorpresa más grande de todas, fue cuando ella descubrió que yo no era lo que ella buscaba.

