“La gente está a mi alrededor, todos con sus caras de tristeza, todos evitando la mirada, el contacto. Tienen miedo. Sin embargo yo no era como ellos, sentía la brisa del mar cada mañana, el sol acariciar mi piel y en mi vida siempre existía la música de su sonrisa, no importa qué sucediera, sabía que estaba contigo, no importa qué problemas enfrentáramos, sabía que el amor solucionaría todo… hasta que dejó de hacerlo.
El metro sólo acentúa mi soledad, esta tumba que no me permite olvidar lo que una vez tuve y ya nunca tendré.
Paso todo el día pensando en ti. ¿Cómo pudiste hacerlo? ¿No me amaste? ¿Acaso nunca lo hiciste? Quisiera volver a tenerte entre mis brazos, sentir el calor de tu cuerpo, la melodía de tu risa. Estaba completo, no me hacia falta nada cuando estaba a tu lado, estoy solo, te extraño.
Salgo del metro y el calor ya no es una caricia, es un golpe en mi rostro, quiero encerrarme en mi cuarto y nunca salir, tapar las ventanas y olvidarme de todo, pero mi madre no me dejaría, sospecharía que no estoy bien y no quiero molestarla, no quiero que me haga incesantes preguntas sobre lo que me pasa.
Camino a mi casa y la mochila me pesa como nunca antes, libros y apuntes de cosas que no me interesan, sólo me interesaba ella, sin embargo mañana tengo exámenes finales, aun así no tengo cabeza para estudiar, ¿cómo puedo estudiar con el corazón roto? Es imposible.
Pienso en la frase: “Si amas algo déjalo ir, si vuelve es tuyo, si no, nunca lo fue”. Pero yo no la dejé ir, ella me dejó, por un tipo que no la merece, un tipo que la tratará mal, jugará con ella y luego la olvidará, pero estaré ahí esperando a que vuelva a mi lado, siempre esperándola, siempre en un rincón oscuro de este triste y monótono mundo, esperando que un día vuelva y todo sea como antes. No es un sacrificio pequeño por el verdadero amor, eso me hace valiente, ¿no? Un caballero del amor, sólo espero que en verdad vuelva, por favor que vuelva y así este...”
El joven calla sus pensamientos, pasa unos segundos en la entrada de su edificio, la vida a su alrededor se ha vuelto silencio, no escucha los autos pasar, el ruido de la cotidianidad, sólo siente el frio recorrer su espalda: Algo no está bien. No puede entrar al edificio y no entiende por qué.
Por fin logra superar ese escalofrió y entra al edificio, adentro está helado, las escaleras viejas que suben a su departamento en el 4º piso le parecen eternas, y sin saber por qué, el corazón le empieza a latir con fuerza, cada palpitar amenaza con tirarlo, sus piernas sólo logran caminar por inercia, tiemblan a cada paso, ¿qué está pasando?
Sigue avanzando, entra en la oscuridad de los escalones mal iluminados sin saber qué esperar, sin saber el origen de su miedo.
Un golpe de adrenalina inunda su cuerpo, empieza a subir más rápido las gélidas escaleras, en un impulso dice para sus adentros: “Dios, no” Desconoce lo que pasa, pero aun así teme.
4º piso. A su izquierda una puerta blanca de metal, cerrada. A su derecha su peor miedo se ha vuelto realidad: La puerta de su casa está abierta.
Su rostro está rojo, el resto de su cuerpo helado, tiembla con desenfreno, su corazón palpita con tal fuerza que no puede evitar tocar su pecho con la mano. Camina con lentitud y mueve la puerta para poder pasar, el frío es aun mayor dentro, la fetidez abarca ese lugar que hace unas horas llamaba hogar.
Hay sangre en las paredes escurriendo desde el techo, los muebles están completamente destruidos, el ventanal que da hacia la calle está roto y cristales cubren el suelo de la sala crujiendo a cada cauteloso paso que da su antiguo dueño. Un líquido extraño, viscoso e incoloro, cubre toda la casa. Las joyas, pendientes, oro y objetos electrónicos están tirados en el suelo, cubiertos de esa viscosidad mezclada con sangre de la que alguna vez fue su familia.
Ha recorrido en completo estado de shock cada habitación, los cuartos de sus hermanos, sus padres, el baño, la cocina, la sala comedor, todos los recuerdos han sido mancillados y destruidos en un frenesí de sangre.
Por fin el joven se detiene enfrente del ventanal roto, mira los autos pasar, la gente en su cotidianidad, afuera todo parece normal, afuera la vida continua y él sólo consigue preguntarse: “¿Dónde están los cuerpos?”
