lunes, 23 de mayo de 2011

Reflexión sobre Un Mundo Feliz.

Bienvenidos al Brave New World, bienvenidos al mundo feliz donde todos son plenos, no se conocen las enfermedades, todos están satisfechos.

Al empezar a leer la novela de Aldous Huxley tengo que admitir que me vi cautivado por este mundo que nos narra el autor (con la excepción de la predestinación), un mundo de inmediatez, de placeres, de soma. Luego cuando Bernard va a la reserva de los salvajes no puede más que comparar la limpieza, el orden y el placer con la suciedad, lo rustico y el rencor de ese pueblo perdido.

Sin embargo mientras más avanza la novela esa comparación se hace más tangible con mi realidad circundante. Qué es ese Londres hipotético sino una visión de la sociedad moderna. Cierto, no hay predestinación, pero el acondicionamiento social por medio de la televisión, la música y el paradigma están presentes en esta ciudad de México contemporánea; qué es el soma sino una metáfora de los placeres que nos inunda la cultura posmoderna de hiperconsumismo y por los cuales somos controlados. Sin embargo, los paralelismos no terminan ahí, qué diferencia hay entre mi propia vida y la de los Alfa o incluso de los Epsilons.

Y es que el libro fue escrito en 1932, sin embargo puede ser comparado con la sociedad posmoderna en la cual vivimos hoy en día, 80 años después de su publicación.

Para seguir esta línea de pensamiento retomemos la idea de “La felicidad como Soberano Bien” una idea que ya había sido refutada por Voltaire, pero que en la novela “logran” alcanzar. Este Soberano Bien, es la meta de toda la sociedad del Brave New World, la cual se “alcanza” por medio un acondicionamiento, entretenimiento y placer solo controlado por la industria y la funcionabilidad del sujeto y de la sociedad misma. Lo mismo pasa con la sociedad posmoderna donde lo importante es el placer y el disfrute del sujeto, el ocio es el mayor fin y la autosatisfacción la meta a alcanzar, para lograrlo se deben adquirir cosas, siempre poseer “…es mejor consumir que remendar…”

Sin embargo veamos esto con punto crítico ¿en verdad se vive feliz en la sociedad global del Mundo feliz? Lo cierto es que no, Bernard, Lenina, Mustafà Mond, Helmholtz son claros ejemplos de la infelicidad del sujeto en el Mundo Feliz de Huxley a tal grado que Lenina necesita dosis cada vez más fuertes de soma para soportar su existencia. No podemos decir que la felicidad esta en el adormilamiento del sujeto, eso significaría que el borracho es el hombre más feliz sobre la faz de la Tierra cuando se encuentra intoxicado por el alcohol.

De esta forma, la sociedad posmoderna que nos rige, nos inculca alcanzar nuestras metas, alcanzar nuestros sueños y buscar nuestra felicidad, pero también nos da una visión bastante retorcida de la misma, felicidad solo por medio de la posesión: de una pareja, de una casa, de un status; siempre estamos buscando fuera de nosotros lo que nos falta por dentro, es ese vacío el que nos condena a seguir como ciegos en una tierra de sombras. Siempre buscando, siempre anhelando, siempre buscando nuevos estímulos que nos lleven de excitación y al mismo tiempo de adormilamiento.

Solo buscamos placebos, buscamos placeres que nos hagan olvidar ese vacío que llevamos dentro y confundimos placer con felicidad, pero “Pasar continuamente sin interrupción de un placer a otro es también otra quimera…”[1]

Sin embargo, estas reflexiones hacen que me pregunte: ¿existe un nivel más elevado que la felicidad personal? ¿Qué puede ser más importante que el sujeto? ¿La sociedad acaso? ¿La religión? ¿El amor? ¿Algún otro ideal? Cada uno de estos valores ha sido destruido por el pensamiento posmoderno, cada uno carece de valides y ha sido utilizado para las peores villanías, cómo pensar la felicidad si hoy en día el mismo concepto de sujeto esta en tela de juicio.

Pero si lo que aquí se dice es cierto, entonces, ¿qué nos queda? ¿Vivir en la penuria buscando la purificación tal y como lo hizo el Salvaje Jhon? Destruyendo su objeto de deseo ya que era incapaz de amarla y destruyéndose, al final, a si mismo.

Lo que nos queda, nos dice Castoriadis, es buscar nuevas armas, no podemos estar en el completo sufrimiento masoquista porque creemos que el placer es negativo y adormece los sentidos, pero tampoco podemos seguir de quimera en quimera hasta el día de nuestra muerte. Es hora de buscar un nuevo camino, una nueva manera de pensar la felicidad, una forma de pensar el placer sin la culpa o el hedonismo, ese es nuestro camino, al menos el mío.


[1] Voltaire. “De la quimera del soberano bien”