viernes, 7 de octubre de 2011

Camino al Hogar

Basado en un una canción de Enigma.

Olor a incienso que embriaga los sentidos, mirra que se impregna a los cuerpos; vitrales de santos voyeristas que atestiguan el pecado, observan el milagro; satín, sedas y pieles adornan las paredes; arriba candelabros de apariencia antigua iluminan las múltiples habitaciones de la casa, ayudados solo por cirios blancos; en cada habitación hay murales en el techo: Vehuiah, Mitzrael, Caliel vigilan unidimensionales lo que pasa bajo sus pies. Música sacra, música celestial y profana inundan los oídos. Bendita sea la liturgia que lo permite, benditos los devotos, solo tienen una regla: nunca mirar los rostros.

Feligreses danzan entre las habitaciones, entregados a su misión, bendecidos por la pasión, sienten el calor de los cuerpos derritiéndose entre sus dedos mientras unos labios acarician el contorno de su cuello; al otro lado de la habitación una mujer está cubierta por una tela purpurea, su cuerpo es abrazado por la sensualidad, mientras su respiración se estremece, sus labios entre abiertos no quieren dejar salir un suspiro, un leve suspiro que delataría el secreto de la agitación que sus senos perfectos no pueden negar.

Bajo la mirada inerte de Poiel, un hombre vela su esencia con una máscara negra. Deja la danza del ritual y se acerca a una mujer, a pesar de que ella, recostada en unos cojines, mantiene oculta sus facciones tras máscara de blanca luna, el hombre sabe que la ama, es todo lo que siempre buscó. Él extiende la mano y la mujer de Blanca Luna acepta el gesto. El hombre la levanta y rápidamente la pega a su cuerpo, ella lo rodea y acaricia cada musculo de su espalda, sus pies empiezan a moverse entrecruzados en extrema comunión, él no deja de mirar ese rostro inerte, puede ver quien es en realidad, ella no puede dejar de ver a de su amante, por esta noche son el uno para el otro, su refugio, su corazón y su alma por fin completada. El baile continúa mientras sus manos exploran cada centímetro de su cuerpo con extrema devoción. Ella acaricia su pecho y su cabello, él su cuello y sus hombros. La música termina por un momento, todos a su alrededor aplauden mientras van a sentarse en los cojines de los extremos de la habitación o tal vez, se dirigen a probar nuevos reinos; pero no ellos, ellos se quedan fusionados uno al otro, sus miradas atraviesan las mascaras que los cubren, se conocen profundamente; él poco a poco acerca su rostro al de ella, ella inmediatamente responde a los movimientos de su amor. Con extrema delicadeza y belleza sus labios de porcelana se tocan en el beso más tierno que jamás se haya visto desde que caímos del Edén.

Habitación tras habitación es la misma cacofonía de sentimientos, pasión, amor, festín inigualable de éxtasis sagrado. Brazos, labios, piel comulgando con piel, almas trastocadas por su semejante. ¿Cuánto ha pasado? ¿Días? ¿Meses? ¿Años? El tiempo pierde sustancia, no importa, lo único valioso es el sacramento, todos están entregados a un fin mayor.

Se escucha el leve replicar de unas campanas, en cada una de las seis habitaciones, tres hombres y tres mujeres con mascaras doradas se dirigen a los fieles, los hombres con una voz atronadora dicen –por favor pasen a la habitación central, la ceremonia principal esta por empezar. Las mujeres continúan la liturgia con una voz que evoca el hogar perdido –Síganos por favor, es por aquí.

Hombres y mujeres los siguen como a sus profetas, los seguirían por el desierto, hasta el mismo infierno.

Pétalos de rosa caen constantemente ¿de dónde caen? El aroma cubre toda la habitación central. En el techo, un mural muestra un bello amanecer, Nanael sonríe con clemencia lo que sus hermanos caídos buscan hacer.

Mascaras, antifaces, hombres y mujeres vestidos con la piel de Adán y Eva, vestidos con telas finas o disfraces aun más extraños. Todos se ponen cómodos, todos esperan a que entre.

Es una aparición, es una divinidad. La Dama entra en escena vestida completamente de blanco, su rostro muestra una paz absoluta, una nobleza y una belleza vestal sin igual, mira a cada uno de los presentes y puede mirar su corazón, su alma y su esencia misma. Se sube al atrio, justo en medio de la habitación y nadie se atreve a dejar de mirarla, la respiración es contenida.

Todo empieza con un palpitar, luego otro, la piel empieza a vibrar, el roce con el semejante es algo que no se puede ignorar. Y con la Dama mirando al cielo, el techo se agrieta.

Solo la punta de los dedos sobre el cuello, como la pluma de un ángel; su espalda pegada al pecho de otra mujer, con la diestra acaricia el vientre, no necesita tocar más, ella se estremece, siente el calor de su cuerpo junto a ella y ella busca más, desea más.

Ella se rinde ante la sensación, se recuesta en una cama de cojines y pétalos que caen del cielo expectante, su pareja la besa sobre la fina tela purpurea, como solo una mujer pude hacerlo, roza el contorno de sus senos, toca con el aliento sus muslos, mientras que la mujer acostada dobla la espalda, se entrega a su pareja, se entrega a ella en cuerpo y alma.

La Dama no debe mirar, solo observar al cielo expectante, pero su concentración es distraída por una sola pluma que cae con sutil danza en el aire, va bajando la mirada hipnotizada por el vaivén de la materia divina.

Su cabello es tan suave, no puede dejar de tocarlo, su aroma impregna sus sentidos, suave cabello de color de fuego cubriendo accidentalmente el cuello y pecho de su dueña, él toma las manos de ella y con fuerza las sostiene, ella exhala se deja llevar por la sensación de Eucaristía carnal, él voltea de la visión de su cabello y un hombre se acerca, sus labios se fusionan en lo que siempre debió ser.

La Dama baja la mirada: dos mujeres se besan con desenfreno solo separadas por una tela fina, mascara de una, sus manos exploran oscuros secretos que no habían sido develados desde los inicios del tiempo.

A su alrededor todos los feligreses cumplen la comunión, carne separada por el destino es unida por la fuerza del amor, el deseo y la pasión. La Dama observa alrededor, no era su misión mirar, ella era la elegida para la divinidad, sin embargo algo grita en su interior, ruge por salir. Su temperatura empieza a subir, siente su piel ardiendo, toca su rostro para el fuego que llena; mientras ve como dos hombres se entregan a la pasión que nunca se atreverían a defender más allá de la sacristía. Acto tan bello que es negado ante los ojos de los infieles.

No puede dejar de ver la pasión que se desemboca a su alrededor, es imposible dejar de ver, así que no sabe en qué momento dejaron de caer pétalos de rosa. Sin embargo toma en el aire una de las muchas plumas que empiezan a caer.

Con un toque delicado, casi tímido la Dama roza con la pluma divina sus mejillas, las orillas de su nariz, al llegar a la boca abre lentamente la boca y rosa temblorosamente cada centímetro de sus carnosos labios rojos, su lengua toca la punta de la pluma. Sin previo aviso con toda la fuerza de su ser hace la cabeza para atrás, como si una mano invisible la tomara de su cabello, la pluma baja por su fino cuello y la Dama Blanca empieza a moverse a agitarse con leves espasmos de su virginal cuerpo. Sus senos son invadidos por el toque de la pluma que en movimientos circulares los rosa. Y sigue bajando.

El Caballero de la Máscara Negra se mueve entre las manos que lo acarician con reverencia, los besos que le dan, solo importa La Mujer de la Luna Blanca. Ella a su vez lo busca entre todos los feligreses, por cada uno de ellos se deja sentir, con cada uno de ellos comulga de alguna manera, pero eso ya no importa solo importa su caballero de mascara oscura. Ellos se ven, por fin se encuentran y se abrazan, ellos llegaron a la perfecta comunión de la carne, amor y éxtasis. Ella se quita la máscara, quiere ser vista, tal y como es. Él la mira mientras su rostro lleno de tiempo, muestra el pecado original que nos condena a morir. Sin embargo es bañada por una luz dorada proveniente del cielo mismo, proveniente de sus corazones.

–Eres perfecta. –Él se quita la máscara, que muestra una vida dura fuera del templo.

Ella lo mira, mientras son bañados por la luz dorada, ahora más fuerte.

–Eres tal y como siempre te soñé.

Por primera vez sus labios se tocan, pero sus besos, muestran pasión de un amor que siempre existió.

La Dama Blanca, suspira, se explora, exhala con violencia, ha roto sus votos y ha traicionado a todos, pero no importa, ha encontrado la comunión con la pasión. La luz dorada la baña y ella vuelve a voltear al cielo sin dejar de explorar ese desconocido que era su cuerpo.

Las nubes del mural se mueven, se arremolinan y se alejan, la luz dorada es del Sol que ilumina el camino, mientras el Coro contempla esos actos de comunión y amor. El techo ha terminado de romperse y los exiliados de Dios han logrado su cometido. Sus hijos vuelven a casa.

lunes, 23 de mayo de 2011

Reflexión sobre Un Mundo Feliz.

Bienvenidos al Brave New World, bienvenidos al mundo feliz donde todos son plenos, no se conocen las enfermedades, todos están satisfechos.

Al empezar a leer la novela de Aldous Huxley tengo que admitir que me vi cautivado por este mundo que nos narra el autor (con la excepción de la predestinación), un mundo de inmediatez, de placeres, de soma. Luego cuando Bernard va a la reserva de los salvajes no puede más que comparar la limpieza, el orden y el placer con la suciedad, lo rustico y el rencor de ese pueblo perdido.

Sin embargo mientras más avanza la novela esa comparación se hace más tangible con mi realidad circundante. Qué es ese Londres hipotético sino una visión de la sociedad moderna. Cierto, no hay predestinación, pero el acondicionamiento social por medio de la televisión, la música y el paradigma están presentes en esta ciudad de México contemporánea; qué es el soma sino una metáfora de los placeres que nos inunda la cultura posmoderna de hiperconsumismo y por los cuales somos controlados. Sin embargo, los paralelismos no terminan ahí, qué diferencia hay entre mi propia vida y la de los Alfa o incluso de los Epsilons.

Y es que el libro fue escrito en 1932, sin embargo puede ser comparado con la sociedad posmoderna en la cual vivimos hoy en día, 80 años después de su publicación.

Para seguir esta línea de pensamiento retomemos la idea de “La felicidad como Soberano Bien” una idea que ya había sido refutada por Voltaire, pero que en la novela “logran” alcanzar. Este Soberano Bien, es la meta de toda la sociedad del Brave New World, la cual se “alcanza” por medio un acondicionamiento, entretenimiento y placer solo controlado por la industria y la funcionabilidad del sujeto y de la sociedad misma. Lo mismo pasa con la sociedad posmoderna donde lo importante es el placer y el disfrute del sujeto, el ocio es el mayor fin y la autosatisfacción la meta a alcanzar, para lograrlo se deben adquirir cosas, siempre poseer “…es mejor consumir que remendar…”

Sin embargo veamos esto con punto crítico ¿en verdad se vive feliz en la sociedad global del Mundo feliz? Lo cierto es que no, Bernard, Lenina, Mustafà Mond, Helmholtz son claros ejemplos de la infelicidad del sujeto en el Mundo Feliz de Huxley a tal grado que Lenina necesita dosis cada vez más fuertes de soma para soportar su existencia. No podemos decir que la felicidad esta en el adormilamiento del sujeto, eso significaría que el borracho es el hombre más feliz sobre la faz de la Tierra cuando se encuentra intoxicado por el alcohol.

De esta forma, la sociedad posmoderna que nos rige, nos inculca alcanzar nuestras metas, alcanzar nuestros sueños y buscar nuestra felicidad, pero también nos da una visión bastante retorcida de la misma, felicidad solo por medio de la posesión: de una pareja, de una casa, de un status; siempre estamos buscando fuera de nosotros lo que nos falta por dentro, es ese vacío el que nos condena a seguir como ciegos en una tierra de sombras. Siempre buscando, siempre anhelando, siempre buscando nuevos estímulos que nos lleven de excitación y al mismo tiempo de adormilamiento.

Solo buscamos placebos, buscamos placeres que nos hagan olvidar ese vacío que llevamos dentro y confundimos placer con felicidad, pero “Pasar continuamente sin interrupción de un placer a otro es también otra quimera…”[1]

Sin embargo, estas reflexiones hacen que me pregunte: ¿existe un nivel más elevado que la felicidad personal? ¿Qué puede ser más importante que el sujeto? ¿La sociedad acaso? ¿La religión? ¿El amor? ¿Algún otro ideal? Cada uno de estos valores ha sido destruido por el pensamiento posmoderno, cada uno carece de valides y ha sido utilizado para las peores villanías, cómo pensar la felicidad si hoy en día el mismo concepto de sujeto esta en tela de juicio.

Pero si lo que aquí se dice es cierto, entonces, ¿qué nos queda? ¿Vivir en la penuria buscando la purificación tal y como lo hizo el Salvaje Jhon? Destruyendo su objeto de deseo ya que era incapaz de amarla y destruyéndose, al final, a si mismo.

Lo que nos queda, nos dice Castoriadis, es buscar nuevas armas, no podemos estar en el completo sufrimiento masoquista porque creemos que el placer es negativo y adormece los sentidos, pero tampoco podemos seguir de quimera en quimera hasta el día de nuestra muerte. Es hora de buscar un nuevo camino, una nueva manera de pensar la felicidad, una forma de pensar el placer sin la culpa o el hedonismo, ese es nuestro camino, al menos el mío.


[1] Voltaire. “De la quimera del soberano bien”

lunes, 31 de enero de 2011

Naufrago.

Naufrago.

Nunca fui el hombre más valiente, fuerte y mucho menos el más inteligente, lo sé, era un trabajador de la mar, tenía que ser rudo, pero sin dudas dejaba mucho que desear, siempre fui gris en todo lo que hacía.

No me frustraba, estaba satisfecho con mi destino y lo había aceptado, tenía un empleo que me llenaba, me gustaba surcar los océanos en el buque mercante “Zebras Star”, donde tenía que cargar y descargar la mercancía una y otra vez, una y otra vez… ¡Al menos tenía un buen sueldo, no estaba en una oficina aburrida!

Yo estaba en cubierta fumando un cigarrillo, el helado viento de la madrugada golpeaba mi rostro cuando todo inicio: la leve tormenta que se esperaba de un momento a otro se volvió el dedo furioso de Dios, todos los hombres estaban asustados, el Capitán se intentaba mantener fuerte según su posición pero el color de su piel lo delataba; los mares oscuros golpeaban salvajemente el “Zebras Star” una y otra vez.

Todos corríamos intentando sujetar la carga y a la vez eludir la furia del mar. Pero fue inútil Dios se había enojado con nosotros por alguna razón y ahora nos castigaba mostrándonos el verdugo que nos hundiría.

El Capitán y todos sus marineros dejamos de movernos, incluso la lluvia parecía detenerse, el sonido se alejó en respeto a nuestro trágico destino, los 5 sentidos de todos nosotros se concentraron en lo que sería el ejecutor, fue un momento de paz. Simplemente la ola llegaría y todo acabaría para bien o para mal.

Recuerdo ver ahogarse a varios de mis compañeros, el barco hundiéndose con El Capitán dentro, era un buen hombre. Recuerdo haber luchado por mi vida, ¿acaso intentando nadar en medio del inmenso mar? ¿Acaso sujetándome de partes del barco y de la carga que contenía? ¡Oh Dios! ¿Acaso sujetándome de otros compañeros? Ahogándolos para poder sobrevivir, para poder tener solo unos segundos más de oxígeno. Eso no lo recuerdo.

La tormenta se detuvo, la Luna abrió paso al Sol y todo se volvió a la tranquilidad, no había más que algunos vestigios de lo que era el “Zebras Star” todo lo demás había desaparecido, simplemente no estaba, incluidos los cuerpos de los demás, me había quedado completamente solo.

Arriba de una caja destruida que contenía “dios-sabrá-que” pude sobrevivir flotando sin más rumbo que mi muerte. Siempre estuve solo, al menos así me sentía, pero estar naufrago, en medio del mar, sin nadie con quien compartir de pronto me angustio, la tranquilidad de mar me desquiciaba rezaba por un tiburón, por una ola, por algo ¡Cualquier cosa! Todo se había hundido con el buque mercante. Si al menos hubiera quedado un cuerpo para ver un rostro, para ver a alguien, gritaba, no recibía respuesta. Lloraba nadie me observaba y en la tranquilidad de la muerte me deje vencer, como siempre moría en vida, Los sueños me daban un fugaz refugio a mi condena prolongada.

Y una vez más cuando la muerte estaba a punto de llevarme, ahora por agotamiento, insolación, sed y hambre, paso lo impensable. En el horizonte se veía una figura, si alcanzaba a llegar allá podría llevarme la sorpresa de que era un barco o incluso tierra firme.

Con lo último que me quedaba de energía y con toda la esperanza puesta en un punto en el horizonte avance.

Nunca la arena me había parecido tan maravillosa, su simple color m hizo llorar de felicidad.

Sin embargo seguía solo, ni un solo marino había llegado hasta ese destino, era el único que estaba ahí. La isla eran sobre todo rocas, arena y palmeras, el agua era un problema, tomaba muy poco agua que encontraba en charcos de lluvia entre las palmeras. Era la clásica isla de las películas, pero yo no tenía herramientas para hacer una balsa o un refugio.

Camine por varios días a la orilla de la playa, qué más podía hacer, seguía caminando y viendo el inmenso azul. Después de varios días supongo que una o más semanas, es cuando empecé a escucharlo. Primero pensé que era el viento, luego creí que un pájaro pequeño, pero la tercera vez creí volverme loco, no era posible oír eso en mi tumba de arena, piedras y palmeras, definitivamente el Sol había destruido mi razón. Pero tenía que investigar, tenía que ir a ver qué era eso.

Era tan suave, tan tranquilizador, me invitaba a acercarme, me decía que todo iba a salir bien, era el beso de una amante, era el abrazo de la madre, era el placer y la belleza; era la melodía más hermosa que había escuchado, pero sobre todo que había sentido en mi corazón.

No pude contenerme y seguí el sonido, estaba en la parte de la isla que estaba conformada principalmente de rocas.

En el arrecife, estaban ellas, m alegre tanto, era increíble por fin un rostro humano, por fin compañía, por fin alguien me miraba, pero no solo eran sus miradas, me miraban con intensidad en sus ojos, me miraban y atravesaban mi alma con solo intentarlo, me desnudaban y por medio de su mirada me mostraban mi más puro ser.

Una de ellas era la que cantaba esa dulce melodía, la otra me miraba con unos dulces ojos tan azules como el cielo mismo y la otra sonreía con una bondad y calidez infinita, sus labios rosados tan finamente delineados eran una invitación a ser venerados, a ser besados con el mayor cuidado que un hombre puede tener.

Eran las tres mujeres más hermosas que jamás había visto. Quería preguntarle tantas cosas, ¿cómo habían llegado ahí? ¿Por qué no las había visto antes? ¿Cómo es que podían estar tan tranquilas? ¿Cómo se llamaban? ¿Hablaban mi idioma? Pero entre más me acercaba más a ellas menos podía pensar en eso… simplemente me hinque ante ellas, sin importar las piedras cortando mis rodillas, el mar salado rodeando mi cuerpo, me sometí a la grandeza de esas diosas del mar y llore como un niño.

Una vez escuche la expresión “El tiempo es relativo” y nunca la entendí tanto como en aquellos momentos; mi vida siempre había sido un lapso interminable entre puertos y puertos. Los días eran tranquilos pero eternos. Cuando estuve en el mar los dos días que había estado naufrago se me hicieron más largos que toda mi vida y cuando estaba en la isla no cambio la situación Tenìa el cuerpo de un adulto, pero mi mente era anciana, había vivido cientos de años en solo unas aburridas décadas. Pero con ellas, con mis diosas del mar, todo era diferente, la vida había tomado una velocidad sorprendente; escuchándola, viéndolas mis días parecían minutos, la primera vez que reaccione mis uñas habían crecido y mi barba era ya prominente, hubiera jurado que habían pasado unos minutos ¿Qué había pasado? ¿Cómo es que no había muerto? Solo existía una razón: mis diosas no me dejaban morir, me alimentaban para que las adorara, era la única razón: me necesitaban. Y volví a ese trance comparable con el paraíso.

La segunda vez que reaccione, se me dificultaba respirar, me sentía débil y cansado, pero curiosamente revitalizado. Salí del sopor por un ruido mundano, me costó identificarlo, la segunda vez que lo escuche comprendí…era un barco estaba tan cerca que podía nadar hacia él. Nuevamente podría burlar a la muerte. Pero algo no estaba bien, los rostros de las diosas miraban inquietas el barco y con real angustia clavaban sus ojos benditos en mí.

He estado recapitulando todo desde que escuche el barco y De pronto lo entiendo, podría regresar al barco y volver a vivir 100 años más en una década, a esa aburrida vida, donde no era nadie o puedo quedarme aquí y escuchar el canto de mis diosas, ver sus formas divinas y ser especial, sin mi ellas desaparecerán para siempre, yo las mantengo vivas, por primera vez he dejado de naufragar, tengo una misión: Debo mantenerlas vivas.

Le doy la espalda a la soledad, con ellas estoy acompañado, con ellas puedo sentirme en mi hogar. Debo mantenerlas vivas….cueste lo que cueste……..